Él me esperaba hacía tiempo. Siempre fui consciente de ese amor extraño que sentía por mí, aun sin merecerlo. Fue el único que se animó a apostar por los dos. Yo ya había dejado de esperar algo de mí misma.
¿Si me enamoré de él? No. Lo quiero muchísimo, pero con ese amor tibio y tranquilo que nos permite lograr cierta paz en la cadencia de la vida cotidiana. Volver a sentir esa pasión arrasadora e irracional, que sentí por Carlos, se me antojaba peligroso, porque me llevaba a un límite en donde mi racionalidad se desdibujaba y me transformaba en una sombra de mi misma. Y ahora me da mucho miedo la oscuridad, porque volví a ver la luz.