Katy Evans

Y aunque todo el mundo grita su nombre, sus ojos se fijan en mí y todo mi cuerpo comienza a desearlo.

Dios.

Es un puto Dios del sexo. Y me excita.

Siento la forma de sus abdominales bajo su camiseta y mis nervios arden cuando vuelve a introducir las yemas de sus largos y fuertes dedos bajo mi camiseta

¿El corazón es el único que ama? ¿O se ama con el alma, que es infinita?

Yo me he roto en pedazos, y he logrado recomponerme.

Lo único que tengo en mi mente esta noche es el demonio de ojos azules que puso sus labios sobre los míos.

Sin embargo, cuanto más tiempo pasamos juntos, más me confunde.

—Haz que se parezca a ti.

—No, tú eres quien me ha dado esto.

—No, tú eres quien me lo da a mí.

—De acuerdo, los dos somos personas generosas.

—Haz que se parezca a ti.

—No, tú eres quien me ha dado esto.

—No, tú eres quien me lo da a mí.

—De acuerdo, los dos somos personas generosas.

—Haz que se parezca a ti.

—No, tú eres quien me ha dado esto.

—No, tú eres quien me lo da a mí.

—De acuerdo, los dos somos personas generosas.

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