Goran Petrovic

Nosotros dibujábamos las trayectorias de la mudanza en silen­cio, sin usar más instrumentos1 que nuestras propias miradas.

Pero a pesar de que esas huellas de la existencia del señor Polovski eran ininteligibles, las trajo a la casa para limpiarlas por las noches, en el mayor secreto, de los múltiples significados y del olor embriagante de la hierba

Tal vez a los suspicaces les parecerá exagerado, pero nosotros sabíamos que las estrellas se congregaban encima de nuestra casa sin techo por el canto de Tatiana.