Es el único tema de conversación que queda en el mundo mediterráneo: el interés por la propia persona, un narcisismo derivado del agotamiento sexual que se expresa en el símbolo de la riqueza. Basta ver a un hombre para saber en seguida cuánto vale, y basta ver a su mujer para enterarse, en un murmullo imperceptible, del monto de su dote. Los sirios canturrean como eunucos inclinados sobre las alhajas, haciéndolas girar a la luz para justipreciarlas.