—¿Una mala noche?
Dejé de cantar por la sorpresa y abrí los ojos. A contraluz, la chica parecía más alta y, su pelo, más rojo y antinatural, como si fuera un ser de otro mundo.
—Eso parece —respondí. La entonces desconocida se fijó en la escasa recaudación que quedaba tras esconderme el resto en los bolsillos—. ¿Tienes alguna última petición?
—La de siempre.
Oy