Es el primer día escolar de Walevska. Lo esperó tanto que, cuando llegó, lo recibió con emoción. Deseaba con ansias tener una maestra, compañeros y amigos, aprender cosas nuevas y jugar en el recreo. Lo que no esperaba era la atención de todos los niños. En su primer día de clases, Walevska no sólo aprendió que ella es única, sino que todos lo somos en nuestra forma particular. Al igual que las páginas de este libro, Walevska convirtió sus días blancos en lienzos repletos de color.