«Obviamente, el cuerpo del filósofo debe estar preparado para la actividad física —explicó el estoico Musonio Rufo—, porque a menudo las virtudes la usan como instrumento necesario para los asuntos de la vida. Utilizamos el entrenamiento común a ambos [cuerpo y alma] cuando nos disciplinamos con el frío, el calor, la sed, el hambre, las raciones escasas, las camas duras, la abstención de los placeres y la paciencia en el sufrimiento. Porque mediante estas cosas… el cuerpo se fortalece y es capaz de soportar las penalidades, estudiar y estar preparado para cualquier actividad».