¿Vicente,
puedes leerme?
Te escribo desde aquí
para que sepas que fuiste como una ola
que al desaparecer se lleva todo
a su paso;
fuiste como un sol al final del ancho mar,
un sol que se apaga
en rojos y amarillos de agua.
Te escribo para recordarte
y porque a veces ya no sé si es un recuerdo
o el recuerdo de un recuerdo
lo que me queda de ti.
Te escribo porque la muerte sólo es muerte
cuando hay silencio,
cuando ya no hay nada
que decir.
Te escribo porque lo único que tengo
son palabras,
porque sólo las palabras
pueden salvarnos de este tiempo
a la deriva,
de este tiempo que ha comenzado
a morir.
¿Aún puedes escucharme,
Vicente?