ácido málico, uno de los 3 ácidos presentes en el vino junto con el tartárico y el cítrico, se convierte en ácido láctico, rebajando el carácter ácido y las fuertes notas vegetales, reforzando el sabor afrutado y la estabilidad bacteriana y aportando una gran complejidad de sabores, cambios en el color y formación, además de aminas, que aumentarán la actividad volátil y sensorial, haciéndolo mucho más agradable para su consumo.