Los inquietos

: Creo en Dios, completa y plenamente, pero no espero comprender su voluntad. Dios está donde está la música. Estoy convencido de que los grandes compositores nos transmiten sus experiencias con Dios. No es ninguna tontería. Para mí, Bach es una constante.
ella: Pero antes tenías dudas.
él: No sobre Bach.
ella: No, pero sí sobre Dios.
él: Todo eso es una tontería, ya se acabó, ya pasó, ya no tengo energía para parlotear sobre la falta de fe, la incredulidad y todo eso.
ella: ¿Ocurrió algo en particular que te hiciera dejar de dudar?
él: Sucedió de manera gradual, peu à peu. Diría que tras la muerte de Ingrid mi percepción de la voluntad de Dios se intensificó… Puedo estar aquí, en Hammars, rodeado del mar y de las nubes y sentir… su presencia.

En serio. En todos los sentidos. Lo puedo demostrar. El teatro… y el cine… e Ingrid. Y todo lo que me importa. Pero no hay grados ni estructura en lo que a uno le gusta. Es así.

Los entierros son el teatro de la muerte, creo que fue Proust quien lo escribió.

Buscar un nuevo idioma para lo viejo, un idioma viejo para lo nuevo. Hacerse mayor, hacerse muy mayor, como él, era en esencia una tarea de traducción. Tenía que traducir lo que fue con lo que estaba por venir.

La primera vez que dijo que quería ir a ver a su madre a Våroms le respondí: Pero tu madre está muerta, papá, ya lo sabes, murió hace muchos años. Él se enfadó y no quiso hablar más conmigo y le pidió a Cecilia que llamara un taxi. No sé si el taxi iba a ser para él o para mí, y Cecilia se encogió de hombros, siguió con lo que estaba haciendo y después de un rato él ya se había olvidado de todo. La segunda vez que dijo que quería ir a ver a su madre a Våroms le dije: Pero no sé muy bien cómo podemos llegar hasta allí, no estamos seguros de que ella esté allí, y él me miró un buen rato, qué estás diciendo, y le pidió a Cecilia que llamara un taxi. La tercera vez que dijo que quería ir a ver a su madre, yo no quería que llamara a Cecilia y no quería saber nada del taxi, prefería irme con él a Våroms.

No quiero ir a una puta residencia. Quiero morir en mi propia casa, en mi propia cama. No quiero quedarme indefenso y a cargo de mis hijos. No quiero estar expuesto a chapoteos emocionales. Quiero estar rodeado de paz y de orden. Y tener una muerte amable.

¿Qué ocurre ahora que estoy perdiendo el lenguaje? Dentro de poco solo quedarán astillas.

Los únicos que se encuentran en el despacho cuando escribe son los fantasmas

El amor sin sentido práctico está condenado a morir. No se puede…, a ver cómo lo digo… No se puede construir una casa con un puñado de arena y un millón de palabras bonitas.»

Lo que pasa con el amor es que es una palabra tan peculiar, maltratada y triste que no quiero amarte.