Nadie ha dicho que debamos pasar juntos todos los momentos de vigilia —continuó él—, pero al final del día —se inclinó a besarle cada ceja— y la mayor parte del tiempo durante el día, no hay nadie a quien preferiría ver, nadie cuya voz preferiría oír y nadie cuya mente preferiría explorar. —Entonces la besó en la boca, un beso largo, profundo—. Te amo, Hyacinth Bridgerton, y siempre te amaré.