La próxima vez que te vea, te mato

Acaso temí traicionar nuestra propia relación monógama, incondicional a base de mantener ocultas las formas en que queremos a otros.

Si quieren convertirse en escritoras, van a tener que mostrar todas las esperanzas que mantienen ocultas. La literatura es una llama, afirmo, y sea lo que sea que te impulse a escribir, debe estremecerte».

Yo más que punto de vista, tengo miedo de no llegar a fin de mes.

Yo más que saber de tiempos verbales, maldigo mi educación.

Yo más que encontrar temas, estoy enfadada.

Yo más que estructura narrativa, tengo problemas para pagar el alquiler del lugar en que vivo.

Yo más que desarrollo de personaje, tengo los mismos complejos físicos que tuvo y tiene mi mamá con su cuerpo.

Yo más que estilo, tengo envidia.

Yo más que argumento, necesito un trabajo estable y bien remunerado.

Yo más que crear intriga, estoy desesperada.

Yo más que lenguaje, tengo miedo.

¿y si solo me hago la poliamorosa porque es mi forma de quitarle jurisdicción a la infidelidad? Es decir, nadie puede abandonarte si la puerta está abierta y el paso es libre.

Pensé que eso era lo más satisfactorio; creer que traspasamos los límites del lenguaje más allá de lo posible, que inventábamos un código nuevo y obsceno a base de «me gustas mucho».

Así descubrí mi fetiche más perverso en la cama: declararle mi amor.

Yo quería «algo más» que la monogamia que les tocó a ellas.

me conmovió comprender que en la correspondencia epistolar «la distancia se manifiesta en el intento de romperla».

Fue cuando me enamoré de su olor, su cuerpo en ausencia.

solo nos buscábamos al beber copas de más. Eso de que el enamoramiento es embriagador fue bastante literal en nuestro caso. Comenzaba una era de romántico alcoholismo.