Incluso ahora le ocurría con frecuencia que si Richard no estuviera allí leyendo el Times de forma que ella podía agazaparse como un pájaro, revivir poco a poco y, frotando palo con palo, frotando una cosa con otra, avivar la llama de ese inconmensurable placer, ella perecería. Ella había escapado. Pero ese joven se había suicidado.