La caja de los deseos

«Sigo vomitando al despertarme, y lo seguiré haciendo hasta que el relato sea más interesante que mis meditaciones sobre mí misma»

Supongo que si se me diera la oportunidad sería alcohólica

yo soy yo. Esa piedra es una piedra. Mi hermosa fusión con las cosas de este mundo se había terminado

yo hablé y hablé con Win: sonrosado, ojos azules, rubio, seguro, en los inicios del enamoramiento por una chica que conoció esquiando, que está prometida, y va a casa para ver cómo romper, y volver, y quizá vivir y viajar con él. Y me enteré de que no me había equivocado con L., y de que ambos amamos a N., y yo hablé de R.28 Juegos de ese tipo. Hab

amamos a N., y yo hablé de R.28 Juegos de ese tipo. Hablé de R. como si estuviera muerto. Con una nobleza mortal. Y el alto, apuesto John me puso la mano cálida sobre el hombro, y le

Un miedo morboso: que protesta demasiado. Al médico. Voy al psiquiatra esta semana, sólo para conocerlo, para saber que está. E, irónicamente, tengo la sensación de que lo necesito. Necesito un padre. Necesito una madre. Necesito un ser mayor, más sabio, a quien llorarle. Hablo a Dios, pero el cielo está vacío, y Orión pasa de largo, y no habla. Me siento como Lázaro: cuánta fascinación tiene esa historia. Estando muerta, volví a levantarme, e incluso recurro al mero valor sensacional de estar suicida, de quedarme tan cerca, de salir de la tumba con las cicatrices y la marca dañina en la mejilla que (es imaginario)

dependo demasiado desesperadamente de que The New Yorker acepte mis poemas, mis poemitas superficiales, tan arreglados, tan pequeños. Para vengarme de la rubia, como si los diques de papel de la letra impresa pudiesen contener la inundación creativa que aniquila la envidia, los celos exasperantes, temibles. Sé generos

Qué raro, mirando al fuego sin más». Y ya te han condenado por estar loca. Como quien no quiere la cosa. El miedo a que todos los filos y las formas y los colores del mundo real que han sido recons

El miedo a que todos los filos y las formas y los colores del mundo real que han sido reconstruidos con tanto dolor y con un amor tan real puedan mermar en un momento de duda, y «de pronto apagarse», igual que la luna en el poema de Blake.

Estoy bastante alterada, y distante, y es muy cómodo que me lleven a casa por los campos nevados. Hace mucho frío, y toda la vuelta voy pensando: Richard, vives en este momento. Vives ahora. Te llevo en las tripas, y actúo porque estás vivo. Y, mientras tanto, probablemente estás durmiendo exhausto y feliz en brazos de una puta brillante, o a lo mejor incluso de la chica suiza que quiere casarse contig