Mis neuronas sólo funcionan al ritmo de la lectura y la escritura. Una mañana me levanto y digo: ¡quiero leer a Peter Stamm! Bien, y lo hago. Luego digo: quiero escribir un cuento rosa, un minitexto bucólico, narrar los ruidos que emiten mis vecinos sordomudos, el roce de sus lenguas, los sonidos de la lavadora, del secador de pelo sobre mi cabeza