Es compacta, muy sencilla. Incomprensible.
No tratéis de descifrarla: todavía se afanan en ello científicos y filósofos. Más adelante volveré a discutir un poco el contenido de esta ecuación. Pero la escribo de todos modos, porque es el corazón de la teoría cuántica, y no se puede concluir la presentación de la teoría sin ella. Aquí la tenemos:
XP – PX = iℏ
Eso es todo. La letra X indica la posición de una partícula, la letra P indica su velocidad multiplicada por su masa (en nuestra jerga se llama momento lineal o cantidad de movimiento). La letra i es el símbolo matemático de la raíz cuadrada de –1 y, como hemos visto, ℏ es la constante de Planck dividida por 2π.
En cierto sentido, Heisenberg y sus amigos solo añadieron a la física esta simple ecuación: de ahí vino todo. Llegaron los ordenadores cuánticos y la bomba atómica.