Tengo otro amor:
“—Querido padrino, he de reconocer que en cierto modo amo la elegancia y, por lo tanto, el dinero que puede proporcionarla, pero también quiero permitirme el derecho —y lo recalcó con cierta animosidad— de advertirte que en mi casa jamás carecimos de lo más necesario. Cuando tú fuiste a buscarme a mi hogar y le rogaste a tu hermano que me permitiera venir contigo a España, yo ignoraba que al final de nuestro viaje me plantearías un matrimonio con un español. Por otra parte, tú sabes mejor que nadie que una mujer americana no puede casarse con un español.
—Yo soy español y me casé con una americana.
—¿Y fuiste feliz?”