Nos aproximamos entonces a otra dimensión del presente, a la que ya me he referido como pedagogía de la crueldad. Esta idea, mal leída por muchos como simplemente la multiplicación de la violencia contra las mujeres o como la omnipresencia hoy de escenas de crueldad, tiene un fundamento diferente y más preciso. Y, sobre todo, tiene una historia: la historia del continente que se presentó como territorio apropiable ante la mirada codiciosa del conquistador. El mundo-cosa emerge allí: objeto de usurpación y acopio. Y la pedagogía de la crueldad no es sino toda acción que “entrena y acostumbra a transformar la vida en cosa, a percibir la vida como cosa y a tratar la vida como cosa —la cosa-cuerpo, la cosa-naturaleza”
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