Tenías un poeta preferido para cada estación:
en otoño era Verlaine, la primavera te traía todas las rosas
de Ronsard,
el invierno llegaba con el chirriar del carruaje del
Grand Meaulnes
y la estación violenta
el ruido de espadas entrechocándose en una posada de
Alejandro Dumas.
Tú nunca estabas solo,
te iluminaba el recuerdo de tu padre volviendo de caza en
el invierno.