Las sustancias que dan forma a la materia –agua, tierra, fuego, aire y éter— son los ingredientes para que el logos cohabite en un estado de sublimidad entre la palabra y el pensamiento. Antropología de la penumbra es un manifiesto del ser y la sustancia, mismos que se engloban a través del espíritu, o mejor dicho, entre el sujeto y el yo. Una relación cíclica a la cual todos permanecemos inmóviles y donde lo real se colma de una carga genética que se transforma en conciencia: el punto clave de la humanidad para darle un nombre a la realidad, un concepto dual que se materializa en tinieblas y que vive con fuerza cada segundo de nuestra existencia.