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Salomé Esper

La segunda venida de Hilda Bustamante

  • Sol Ríoshas quotedlast year
    Le contó que había florecido el amancay y que le había dado su regalo a Susana, que Carmen insistía en cocinar panes caseros que le salían más bien duros, que Clara no hablaba mucho pero cada vez que lo visitaba controlaba que el helecho tuviera agua, que quizás solo iba a eso y verlo a él era una excusa.
  • Alejandrahas quoted2 months ago
    Tenía fe, quizás justo en ese momento no tanta, todavía estaba recuperándose de haberla puesto toda en una sola cosa, del esfuerzo por salir de ese lugar donde cada tanto caía. No había sido mucho tiempo, ni todo el tiempo. El dolor no era una línea, pero tampoco un punto, tenía una forma más caprichosa, inadvertida. Ya había pasado por eso al inicio, ya había salido de la tristeza, había intentado tener otros entusiasmos, abrirse a las personas aunque las personas insistieran con las mismas preguntas.
  • Alejandrahas quoted2 months ago
    Lo único que Álvaro le envidiaba a Hilda era ese amor arrojado como una ola que le tenía Amelia. Él la cuidaba, él jugaba con ella, él le enseñaba cosas, pero Amelia veía a Hilda y se desbordaba. Tiraba los juguetes o la comida, lo que fuese que tuviera en las manos, y salía corriendo a abrazarla. Hilda la alzaba y le daba dos vueltas puntuales en el aire, un beso en cada mejilla y un apretón de nariz. La bajaba y de vuelta a los juguetes o a la comida y a Álvaro sentado en el piso mirando. «Ida» fue su segunda palabra, después de «mamá». Álvaro sabía que él no podía provocarlo pero ese amor le pegaba de rebote, una luz reflejando otra luz, cayendo sobre él, y en esa luz se quedaba, contento.
  • Alejandrahas quoted2 months ago
    Lo único que Álvaro le envidiaba a Hilda era ese amor arrojado como una ola que le tenía Amelia. Él la cuidaba, él jugaba con ella, él le enseñaba cosas, pero Amelia veía a Hilda y se desbordaba. Tiraba los juguetes o la comida, lo que fuese que tuviera en las manos, y salía corriendo a abrazarla. Hilda la alzaba y le daba dos vueltas puntuales en el aire, un beso en cada mejilla y un apretón de nariz. La bajaba y de vuelta a los juguetes o a la comida y a Álvaro sentado en el piso mirando. «Ida» fue su segunda palabra, después de «mamá». Álvaro sabía que él no podía provocarlo pero ese amor le pegaba de rebote, una luz reflejando otra luz, cayendo sobre él, y en esa luz se quedaba, contento.
  • Alejandrahas quoted2 months ago
    A pesar de la vigilancia y de las buenas intenciones, Álvaro entraba lentamente en un letargo, disponiendo su cuerpo a la espera de otro tiempo en el que los dos estuvieran juntos de nuevo, su Dita y él. Pero Amelia, que sí había llorado a los gritos, no se demoró mucho en reclamar lo que le era propio: que la buscara de la escuela en la bici y su merienda de todas las tardes. Álvaro se sorprendió, pensaba que sin Hilda comenzaría a distanciarse de la nena, no tendría fuerzas para hacerla reír, no podría abrazarla como Hilda la abrazaba, pero dejó atrás la duda y la sorpresa y tomó esa pequeña manito para quedarse un rato más, ya casi un año.
  • b1593655535has quoted3 months ago
    No se rinde pleitesía a lo que nos separa de lo bueno, porque creemos que ese recorrido es solo nuestro, pero los malos, los metros malos, los metros cargados de desgracia, de dolor, se marcan con un trazo imborrable y siempre duelen y siguen doliendo.
  • b1593655535has quoted3 months ago
    que tuviera el tupé de aparecerse
  • b1593655535has quoted3 months ago
    Una plaga se mueve rápido, todo lo come, no es movida por el hambre, sino por el poder
  • b1593655535has quoted3 months ago
    Entre todos nosotros hay personas que adoran a dioses falsos, que esperan las señales de una destrucción porque es más fácil eso que mirar sus vidas vacías de amor.
  • Alejandrahas quoted4 months ago
    Llegó a la puerta. ¿Había otra cosa posible en ese momento que no fuera el abrazo? No lo supieron. Fueron el uno al otro, como habían sido. Un abrazo de reencuentro, de haberse extrañado tanto. Álvaro la abrazó más fuerte porque era tanto tanto lo que la había extrañado y entonces Álvaro, sin soltarla, abrió los ojos que hasta ese momento estaban cerrados y apretados de tanto tanto amor, porque se acordó.
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