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Rick Riordan

La batalla del laberinto

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  • Mariia MNhas quoted2 years ago
    Annabeth me miró furiosa, como si tuviera ganas de darme un puñetazo. Y entonces hizo una cosa que me sorprendió todavía más. Me besó.
  • Mariia MNhas quoted2 years ago
    Y más bien me gustaba que hubiera transgredido las normas para venir a sentarse a mi lado.
  • ehas quoted5 years ago
    ¿Vendrás?

    Ni siquiera lo dudé.

    —Cuenta conmigo.

    Ella sonrió por primera vez en varios días y, solamente con eso, sentí que todo lo demás valía la pena.
  • serranokristelrashelhas quoted2 days ago
    La mano de Annabeth se deslizó en la mía. En otras circunstancias me habría resultado embarazoso, pero allí, en medio de la oscuridad, me reconfortaba tener la seguridad de que estaba a mi lado. Era lo único de lo que estaba seguro.
  • serranokristelrashelhas quoted2 days ago
    Quirón removió sus cascos.

    —Ese es el problema, mi querido Quintus. Que nadie lo sabe. Hay algún rumor… bueno, muchos rumores inquietantes sobre Dédalo. Pero uno
  • serranokristelrashelhas quoted6 days ago
    Intenté hablar con Annabeth, pero ella se comportaba como si yo acabase de darle un puñetazo a su abuela.
  • serranokristelrashelhas quoted6 days ago
    empusas, servidoras de Hécate.
  • R Güemeshas quoted10 days ago
    recuerda, muchacho, que una buena acción puede ser a veces igual de poderosa que una espada
  • ⲥⲁⲙⲓhas quoted7 months ago
    —Se volvió hacia mí—. ¿Vendrás?

    Ni siquiera lo dudé.

    —Cuenta conmigo.

    Ella sonrió por primera vez en varios días y, solamente con eso, sentí que todo lo demás valía la pena.
  • Luciana Barquinerohas quotedlast year
    —Nos las arreglaremos —le prometí.

    Se le había soltado el pelo y le caía alrededor de la cara en una enmarañada cascada rubia. Sus ojos grises parecían casi negros.

    —Desde que tenía siete años deseo dirigir una búsqueda —dijo.

    —Lo vas a hacer de maravilla.

    Me miró agradecida, pero enseguida bajó la vista y se concentró en los libros y rollos que había sacado de los estantes.

    —Estoy preocupada, Percy. Quizá no tendría que haberte pedido que vinieras. Y tampoco a Tyson y Grover.

    —¡Eh!, ¡somos tus amigos! No nos lo perderíamos por nada del mundo.

    —Pero... —Se interrumpió.

    —¿Qué ocurre? —pregunté—. ¿Es la profecía?

    —Seguro que todo irá bien —dijo con un hilo de voz.

    —¿Cuál es el último verso?

    Entonces hizo algo que me sorprendió de verdad. Pestañeó para reprimir las lágrimas y extendió los brazos hacia mí.

    Me acerqué y la abracé. Sentí un enloquecido revoloteo de mariposas en el estómago.

    —Eh... ¡que todo va de maravilla! —Le di unas palmaditas en la espalda.

    Adquirí de pronto una aguda percepción de la habitación entera. Tenía la sensación de que podía leer el rótulo más diminuto de cualquier libro de las estanterías. El pelo de Annabeth olía a champú al limón. Estaba temblando.
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