Antes de seguir, debe recalcarse: don Camelo era un espiritista ferviente (ferozmente anticristiano, por tanto). Aportó a la doctrina espírita un concepto fecundo: que las almas pasan de un planeta al inmediatamente exterior. Así, los terrestres reencarnamos en Marte, lugar —no hay ni que decirlo— mejor, mucho mejor que este bajo mundo.