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Rojo es el vino sobre los brezos, derramado en la tarde por arrieros sin nombre. (Sus sombreros de fieltro entre los abedules).
Rojo es el silencio de los bardos errantes y el color de las túnicas de los viejos guerreros.
No me preguntes. ¡Ah, no me preguntes!
También tu cuerpo es rojo en las dunas del tiempo.
También tu cuerpo es rojo —como vino o deseo— cuando, sobre los brezos, te derramas y extiendes y gritas dulcemente.