El caso de la gracia

Sublime gracia, cuán dulce el sonido que salvó a un desgraciado como yo.

[Dios] espera ser querido. Lástima que con muchos de nosotros él espera, y espera, y espera en vano.

«Señor», continuó Kyle mientras yo repetía sus palabras, «reconozco la realidad de la verdadera identidad de mi alma: soy tuyo, Dios, creado para mantenerme unido a ti.

de mi alma: soy tuyo, Dios, creado para mantenerme unido a ti. En la intimidad de mi ser soy un espíritu desnudo vestido con la justicia de Cristo. Soy precioso a tus ojos. He sido perdonado por completo de mi culpa y aceptado plenamente por ti. Soy tu hijo, amado por ti desde la eternidad y sostenido por ti en un abrazo eterno. Eso es lo que realmente soy».

»En el fondo de mi espíritu, no soy un pastor… No soy un autor… No soy un conferenciante… No soy un maestro o un apologista… No me definen mis premios ni mis honores… Ni mis grados académicos… Ni mi currículum… No soy una celebridad cristiana… No valgo lo que mi cuenta bancaria… Ni mis posesiones o mis relaciones… No soy un marido, un padre, un hijo, un vecino o un amigo».

»Reconozco que habito en un cuerpo físico limitado, y que en este momento me siento confundido y cansado y un poco atemorizado. Mi enfermedad ha nublado mi mente. Mi cuerpo está restringido: no puedo satisfacer los deseos de cada persona, por no hablar de mis propias ambiciones y deseos. Estoy agradecido de que no soy Dios. Solo tú puedes satisfacer todas mis necesidades.

»Reconozco que no me definen mis capacidades, ni mis actividades, ni lo que he logrado. En lo más profundo de mí, no soy ni mis comportamientos, ni mis sentimientos, ni mis elecciones, ni los rasgos de mi personalidad, ni mis virtudes ni mis vicios. No me definen el éxito alcanzado ni lo que los demás piensen de mí.

«Señor, reconozco que soy un idólatra y pecador, y que esto ha influido en la forma en que me presento ante ti», comenzó Kyle. «Admito ante ti mis limitaciones. Me gusta creer que soy autosuficiente y puedo controlar la vida y arreglármelas bien solo en el mundo, pero la verdad es que no puedo. Solo tú puedes.

«Señor, reconozco que soy un idólatra y pecador, y que esto ha influido en la forma en que me presento ante ti», comenzó Kyle.

Cuando nos acercamos a Dios, sin querer llevamos un falso yo, porque nuestra identidad está cautiva en lo que hacemos y lo que podemos lograr. Inconscientemente escondemos lo que en realidad somos a fin de proyectar la imagen ante Dios y el mundo de que estamos realmente en control. Te

Fue el arrepentimiento el que abrió las compuertas de la gracia para mí.