Uno muere muchas veces en la vida, Lazarito, piensa Juan todavía en conversación con su difunto, aunque no como tú, que de plano te me fuiste, no como Cástula, que aunque tenía carne, cuando yo nací ya había muerto para siempre. Y aunque Juan se disputa con una sombra, de pronto se da cuenta de los gritos de afuera. Está tan lleno de culpa que siempre le es difícil saber si lo que oye son lamentos o si es el viento empujando la arena.