La costa Caribe es una tierra caliente, siempre dispuesta al carnaval. Es zona caníbal, libidinosa, donde la bestia humana, tanto como el animal, son productos comestibles. Esta laxitud esconde un revés: finalizada la parranda, la frente de los danzantes será marcada con la señal de la cruz. El Miércoles de Ceniza estará hecho para recordarles a esos pecadores que los polvos fiesteros son solo una evasión, un retraso de la muerte. Hay una voz inmensa que se encargará de callar el ruido, de avergonzarlo, de corregir su imperfección: un juez invisible