Ah, qué tremenda esperanza despierta y aviva esto en nosotros! Mi débil corazón, inestable, errabundo y siempre vacilante, incapaz de mantener el curso por sí mismo durante dos días consecutivos, debe buscar y obtener su perseverancia en Dios, no en su propia fortaleza. Es Dios quien, apegándoselo, lo sostendrá en su búsqueda de firmeza y determinación.