Cualquiera que viva un infierno durable o pasajero puede, para enfrentarse a él, recurrir a la técnica mental más gratificante de cuantas existen: contarse un cuento. El trabajador explotado imagina que es prisionero de guerra, el prisionero de guerra imagina que es un caballero del Grial, etc. Toda miseria comporta su emblema y su heroísmo. El infortunado que puede llenar su pecho con un soplo de grandeza levanta la cabeza y ya no encuentra motivos para quejarse.