Zapata vive

México no existe el estado de derecho, sólo los privilegios, el nepotismo y la corrupción más feroz,

Nada más que ofrendar que la propia muerte. El precio final de la dignidad.

Se adentró la herida en la carne y la sangre se defendió en un chorro de muerte contra el agresor.

Es el zapatismo, con sus demandas de libertad, democracia y justicia un llamado a un cambio en las relaciones internacionales a nivel mundial donde unos pueblos son explotados y olvidados por otros…

Pero ¿qué pasa en este país que un campesino de Colima tiene que dirigirse a un pasamontaña sin nombre, sin rostro y sin pasado para pedirle justicia? Indígenas otomíes, cañeros de Michoacán, campesinos de Chihuahua, indígenas Tarahumaras, yaquis, etc. Gente de todas partes escriben al comité del ezln para plantear sus problemas. Cómo es eso posible si es cierto que hay tantas puertas, porque se ve en sus papeles que ya tocaron todas las puertas. Yo les advierto, yo les digo que si luego se alzan en Colima en armas o en Chihuahua o en Zacatecas o en Baja California no vayan a decir que son profesionales de la violencia, ni transgresores de la ley, extranjeros, indígenas manipulados por fuerzas oscuras y todas las tonterías que dijeron de nosotros».

«Todo esto potencia un rencor como no se tiene idea contra este color de piel. Representa una agresión, una falta de respeto. Cuesta mucho que a este color de piel lo vean como un compañero…

«A la sociedad civil lo estamos apostando todo. Si nos dejan solos vamos a quedar como intransigentes. La única salvación de este país es que la sociedad civil tome por asalto el poder y diga: aquí mando yo. ¿Cómo puede tomar el poder? Que ella sancione quién triunfa, quien va a mandar obedeciendo. Nuestra democracia viene de las comunidades indígenas mayas. Se acabó desde hace mucho el tiempo de los caudillos. Llegó la hora de los colectivos, de los grupos, de los sentimientos comunes. La alternativa de este país es un poder colectivo».

Y bajo el nombre de Zapata, tendenciosamente, el salinismo sumía en la pobreza y la desesperación al mundo rural con el artículo 27 de la Constitución que convierte a la tierra en mercancía.

Aquí lo lúdico no es posible porque lo que está en juego es la vida.

Zapata es más que un mito, es un redentor, un santo milagroso, un compadre. En México todos los niños, todos los obreros, todos los campesinos saben del héroe del sur. Tal es la magnitud de su presencia en la imaginería popular que el Estado ha visto imprescindible hacerlo suyo, reconocerlo y poner en letras de oro su nombre en el Congreso de la Unión