Pequeñas cosas que me encantan
Hacé una lista de cositas que te alegren mucho y no dependan de nadie. No es algo que estés esperando que alguien haga por vos. Son cositas que apreciás y disfrutás. Íntimo, gratuito goce. Cositas tan chiquitas que ni siquiera merecerían llamarse cositas. Cositas como: el ruido que hace el hielo al entrar en contacto con el agua de un vaso. Cositas como lo que una alumna de un taller escribió una vez: tirar del hilo elástico roto de una bombacha (sabiendo que terminarás por arruinarla). Acciones, casualidades, pequeñísimas atenciones que te concedés. Dejar lo rosa de la merengada para el final. El ruido del tapón del mate. Remolino de final de bañadera. El momento de abrir las primeras ventanas y oler el día. Ponerte crema en las manos. Elegir una bombilla chatita, el sorbo justo. Pisar baldosas en verano. El olor de tu almohada. Un abrazo largo. El primer sorbo de soda, la presión sobre el gatillo del sifón. Encender tu sahumerio favorito. Encontrar vacío el asiento alto del colectivo, arriba de una rueda, y abrir la ventanilla. Oler ropa limpia. Sacarte el corpiño.
Elegí tres cositas de tu lista y describilas con tanto corazón como puedas. Como si fueras alguien que habita sin límite ese goce, puro presente. Como si respiraras por primera vez. Como si te permitieras descubrir en total sonrisa la gracia vital que se juega en tu cosita.