Resulta obvio, en consecuencia, que uno de los mayores riesgos para la «feminidad» de una mujer es no responder a la imagen «maternal» que se espera de ella. Una mujer es proclive a entrar en conflicto con su imagen maternal cuando, por ejemplo, defiende un interés personal, cuando es capaz de ofrecer sus servicios a cambio de una retribución, cuando pretende requerir condiciones que resguarden sus conveniencias o cuando expresa abiertamente sus ambiciones. Estas actitudes resultan opuestas e incompatibles con los atributos que mejor representan la imagen de «buena madre». Son actitudes que se oponen al altruismo, la incondicionalidad y la abnegación.