«Ahora cuando estoy listo para que mis ojos se cierren ante el infinito sueño de la muerte, pienso que, en verdad, me ocurrieron cosas en las que necesariamente tuvieron algo que ver la intervención de los dioses… Tuve dos patrias, dos madres que me quisieron con infinita ternura, y tres mujeres a las que yo amé de forma, también, distinta… No puedo quejarme de la vida concedida por los dioses…". El anciano Marcio Servio Metelo, retirado en su villa en Corduba, a orillas del Betis, rememora su azarosa vida. En los rollos que escribe cuenta su infancia en Cartago, cuando se llamaba Hannón, antes de ser entregado como rehén a los romanos junto con otros trescientos niños de la principales familias de la ciudad. Ya en la capital de la República, Hannón es adoptado por el senador Próculo Servio Metelo. Roma es para el muchacho cartaginés una ciudad nueva y desconocida, donde debe aprender, no sólo la lengua y las costumbres romanas, sino a defenderse de sus condiscípulos de la academia del griego Hipódamo.¡Yo soy romano! ha de reivindicar constantemente ante las acusaciones de cartaginés y traidor espetadas por sus compañeros.