El 3 de julio de 1839, ante el Parlamento francés, se presentó un invento que cambiaría la forma de conocer el mundo. En su elogio de la cámara fotográfica de Louis Daguerre, el físico François Arago, diputado y secretario de la Academia de Ciencias, destacó la posibilidad de reproducir fielmente los jeroglíficos de los templos egipcios, hasta entonces laboriosamente copiados a lápiz y acuarela. Así nace la fotografía arqueológica y pronto se vuelve compañera indispensable en los trabajos de exploración. Con una cámara a cuestas los viajeros del siglo XIX se lanzaron a recorrer el mundo, fotografiando ruinas de antiguas civilizaciones que luego, mediante panoramas y publicaciones, mostrarían a un público maravillado. A través de la fotografía México conoció las portentosas ciudades abandonadas en su propio territorio, que antaño habitaran sofisticadas culturas, y fue resurgiendo del olvido la juventud de la nación. A 180 años del anuncio de Arago la profusa colección de fotografías de La invención de la memoria. Fotografía y arqueología en México revive la saga de los fotógrafos-arqueólogos que, tras tumbar árboles y malezas, registraron piedras y fachadas, y permite además apreciar la gran diversidad de miradas –desde el registro científico hasta la intención artística casi abstracta– que a lo largo del tiempo ha inspirado la vasta y variada riqueza cultural de los antiguos mexicanos.
