—¿Ese tullido, a caballo? —se burló Márquez. Me alegró ver que el golpe que Pablo le había propinado se había convertido en un feo moratón amarillo en su mejilla.
—¿Qué otra opción tenemos? —replicó Adori, enfadado—. No querrás que nos adentremos en los Territorios Olvidados sin la menor idea del camino que tomar