Juan Gelman

Cómo ha sido posible

que te fueras por un agujerito

y nadie haya ponido el dedo

para que te quedaras

Manchas
La mancha de vino en la camisa

y copas que no se ponen ya.

Se fueron, ausentes de

la última vez de la sorpresa.

Se dan gracias de corazón a las

auroras salpicadas con

insomnios libres del sueño,

las viejas fórmulas

para vivir con la conciencia.

Esta miseria alrededor que pisa

el alma en su pensar y parte.

Qué ruido de cadenas

desdoblándose en el otro y el uno.

La tarde distraída

de su propósito vaga

de norte a sur, a desalientos,

a huérfanos de ser.

Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.

y pienso pienso pienso
se fue otro mes
y no hicimos la revolución todavía.

te ofrezco todos mis nacimientos,
lo que me das, lo que aprendí de mí queriéndote,

le hacen decir al lenguaje algo en rigor extraño cuyo sentido, no obstante, creemos conocer o podemos, al menos, sospechar.

como sucede a menudo con las voces masculinas que hablan en las letras de algunos tangos: sufren sin sorpresa, posan de escépticos y fingen reírse de sí mismos

“Hay que hundir las palabras en la realidad hasta hacerlas delirar como ella”

actualización del viejo dilema entre “las armas y las letras”

La patria es el lenguaje, decía Juan José Saer. La patria son también estos libros. Trasmiten la idea de un pasado común. En realidad, varias ideas de patria viven en conflicto o en armonía en sus páginas. Los argentinos nos definimos durante mucho tiempo identificándonos o separándonos del Facundo.