Lily King

No escribo porque tenga algo que contar. Escribo porque si no lo hago, todo empeora mucho más.

que el vacío inmenso y amenazador que tengo por delante es un mero espectro, que la vida es más ligera y más alegre de lo que pienso.

Me miro a los ojos, pero no son míos de verdad; no son los ojos que siempre he tenido. Son los ojos de una persona muy cansada y muy triste y, cuando los miro, me siento aún más cansada, y luego veo esa tristeza, esa compasión por la tristeza de mis ojos, y veo el agua acumularse en ellos.

Algo así te arranca de la vida y sientes durante un buen rato que simplemente levitas por encima de la gente y que nada tiene sentido, y que tú tienes en las manos una caja con unas zapatillas…

Ni siquiera lo ha empezado. —Sopla el té—. Y yo he escrito doscientas sesenta páginas desde que se marchó.

¿Acaso tú eres más adulta porque dos hombres te están ofreciendo un espejismo de la autosuficiencia?

Me cuelga.

No sé por qué me lo sugirió, qué fue lo que la animó a hacerlo, pero me asustaba la idea de que ese profesional pudiera rebuscar y encontrar a esa otra persona dentro de mí, la persona que sentía todas esas cosas que yo no me permitía sentir.

No eres consciente del gran esfuerzo que te ha supuesto ocultar algo hasta que intentas desenterrarlo.

Entre la idea y la realidad, entre la moción y el acto, cae la sombra

Siempre me toma por sorpresa que alguien quiera besarme, aunque haya venido a buscarme a medianoche con vino y una manta. La gente cambia de opinión. Entre la idea y la realidad cae la sombra.