Juan Villoro

Desde su regreso a México, el pasado fluía hacia adelante y la vida fluía hacia atrás.

No rezaba nunca, pero le gustaba prender velas.

Tal vez las cenas de embajada servían para eso, para oír cosas que podían leerse en cualquier sitio pero cobraban importancia al ser oídas de un testigo de primera mano.

Tengo una teoría: la televisión no pertenece a la cultura sino a la neurología; estimula un enlace de neurocircuitos que te permite ver en estado de zombi, suspendiendo el juicio.

«Haz tus casas en el viento porque si las haces en el suelo te las van a quemar.»

Las grandes religiones sólo podían inventarse en el desierto, o en alguna montaña loca»,

Si naces en un lugar vacío, la cabeza se te llena de otro modo.

«Haz tus casas en el viento»

Curiosa la suavidad con que las palabras salían de esa cara trabajada por el sol, el viento cargado de polvo, la sequía.

A últimas fechas tengo la impresión de que el secreto de la vida depende de la posposición: si te retrasas lo suficiente, impides el drama de llegar.
Esta idea, que parece altamente improductiva, no está encaminada a fomentar la desidia sino a replegar el horizonte para ganar un tiempo extra.