Los primeros indoeuropeístas, alemanes sobre todo, creían que el indoeuropeo había nacido en la porción germánica de Europa (entre el Mar del Norte, el Báltico y los Alpes), y esto propició el mito de los “arios”, superhombres rubios y ojiazules que llevaron su cultura hasta la India, mito que les vino de perlas a los nazis, inventores de la swástica —o, según el mito, “devolvedores” de ese signo de buena suerte de los templos hindúes a su lugar de origen. (En sánscrito, svástika significa ‘buena suerte’.)[**] La primera teoría seria, fundada en ciertos hallazgos arqueológicos, situó la cuna del indoeuropeo entre el Mar Negro y las llanuras del Volga y el Ural. Ahora parece que esta teoría va a quedar suplantada por otra también seria, también arqueológicamente documentada, según la cual el indoeuropeo (o protoindoeuropeo) tuvo su origen en el territorio que se extiende desde el sur del Mar Negro hasta el Cáucaso y las fuentes del Eufrates, o sea la porción oriental de la península Anatolia o Asia Menor. Fue en esta fértil región donde por primera vez hubo agricultura, divino invento que marcó el final de milenios de existencia nómada.