Yuliss M. Priego

  • Camila Ceballos valladareshas quotedlast year
    Estaba hablando mal de Ella.
    El tío insultó a Ella. No lo oí, pero supe por su expresión engreída cuando estábamos en la discoteca que se pensaba que se había marcado un tanto. Pero no mientras yo esté presente
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    East aprieta los puños a mi lado. Irradiaba ira. Estaba seguro de que, si estuviésemos solos, uno de esos dos puños iría directo a mi cara
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    Al menos, eso sí es cierto. El amor de Ella me ha hecho creer que podía ser una mejor persona
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    Qué le has hecho
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    No espero a escuchar su respuesta. Le estampo de nuevo la frente contra la taquilla de metal y lo suelto.
    Él trastabilla y se desmorona. Ochenta kilos de imbecilidad que caen al suelo cual juguete viejo.
    Me giro y encuentro a Wade a mi espalda.
    —Pensé que no te importaba —murmura.
    La sonrisa que le dedico debe de ser feroz porque todos menos Wade y su estoica sombra, Hunter, dan un paso hacia atrás.
    Me inclino y cojo el teléfono de Daniel del suelo, luego le doy la vuelta y lo agarro de la mano, inmóvil. Presiono su pulgar contra el botón de inicio y luego marco el número de mi padre.
    —Callum Royal —responde con impaciencia.
    —Hola, papá. Vas a tener que venir al instituto.
    —¿Reed? ¿Desde qué número me estás llamando?
    —Desde el de Daniel Delacorte. El hijo del juez Delacorte. Es mejor que traigas el talonario. Le he dado una buena tunda. Se lo ha buscado él solo, eso sí, y literalmente —digo, animado.
    Cuelgo y me paso una mano por la cara. La sangre emana del corte y se me mete en el ojo. Paso por encima del cuerpo de Daniel y arrastro las palabras cuando me despido de Wade y Hunter:
    —Hasta luego, chicos.
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    Callum se va y siento una punzada de irritación cuando me fijo en que no ha cerrado la puerta por completo. Me acerco y la cierro… aunque al mismo tiempo se vuelve a abrir de golpe y casi caigo de culo al suelo.
    Lo siguiente que sé es que un par de brazos fuertes me abrazan.
    Al principio me tenso, porque pienso que es Reed, pero cuando me doy cuenta de que es Easton, me relajo. Es igual de alto y musculoso que su hermano, y tienen el mismo pelo oscuro y los mismos ojos azules. Aunque el olor de su champú es más dulce y su loción de afeitado no es tan intensa como la de Reed.
    —Easton… —empiezo a decir, pero luego ahogo un grito porque el sonido de mi voz solo logra que me abrace más fuerte.
    No pronuncia ni una palabra. Me abraza como si fuese su salvación. Es un abrazo de oso desesperado que me dificulta la respiración. Apoya el mentón en mi hombro y luego se acurruca contra mi cuello. Se supone que estoy enfadada con todos los Royal de esta mansión, sin embargo no puedo evitar acariciarle el pelo con una mano. Este es Easton, mi autoproclamado «hermano mayor», aunque tengamos la misma edad. Es más grande que una montaña e incorregible. A menudo es un pesado y siempre, un loco.
    Probablemente supiera lo de Reed y Brooke. No me creo que Reed lo hubiese mantenido en secreto sin decirle nada a Easton… y, a pesar de ello, no soy capaz de odiarlo. No cuando noto cómo tiembla entre mis brazos. No cuando se echa hacia atrás y me mira con un alivio tan arrollador que me deja sin aliento.
    Entonces parpadeo y ya no está. Sale de mi habitación con paso tambaleante y sin decir palabra alguna. Siento una punzada de preocupación. ¿Dónde están sus comentarios arrogantes? ¿Dónde está el comentario con el que se atribuye mi vuelta a casa gracias a su certero magnetismo animal?
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    Ese hijo de puta intentó violar a mi chica.
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    Aprieta la mandíbula. Se muere por darme un puñetazo, pero no lo hará. No en público
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    East…
    Mi hermano se gira y me lanza una mirada mortífera.
    —No lo he hecho por ti. Lo he hecho por ella.
    Se me cierra la garganta.
    —Lo sé.
    —Si papá se enterase de… —Se detiene y mira con cautela a los gemelos, que no han dicho nada durante toda la conversación—. Eso lo distraería.
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    Cuando Ella vuelva, no va a querer ver a mierdas como tú por aquí, así que o te vas o aprendes a hacerte invisible, porque no quiero volver a verte u oírte.
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