Walsh Rodolfo

Tiene veintiún años este muchacho alto, delgado, pálido, de carácter retraído y casi tímido. Pertenece a una familia numerosa de Vicente López.

Después que él se marcha, su novia encuentra en su casa un papel escrito con la letra de Carlos:

“Si todo sale bien esta noche...”.

Pero todo saldrá mal.

Este hombre sabe lo que está ocurriendo. De ahí que tema, que quiera llevarse al muchacho.

Juan Carlos Torres lleva dos o tres vidas distintas.

Para el dueño de casa, por ejemplo, es el simple inquilino, que paga puntual su alquiler y no crea problemas, aunque a veces desaparece unos días y cuando vuelve no dice dónde ha estado. Para el vecindario es un muchacho tranquilo, bastante popular, que acostumbra organizar en su casa “asados” y reuniones a las que asiste gente del barrio y en las que no se habla de política. Para la policía, en la época posterior al levantamiento, es un individuo peligroso y escurridizo, vana e incansablemente buscado...

policía practica con ellos el divertido juego de la gallina ciega.

No tengo otra forma de definir a Rodolfo Walsh que tomar la frase de Madame de Staél referida a Schiller: “La conciencia es su musa”.

Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en la calle y ese hombre no dijo: “Viva la patria” sino que dijo: “No me dejen solo, hijos de puta”.

Después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle.

–Hay un fusilado que vive.

Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre me dice:

–Hay un fusilado que vive.