Frank McCourt

Los apuros de mi madre comenzaron la misma noche en que nació.

Mi abuela da un empujón fuerte y la criatura está en el mundo: es una niña preciosa con el pelo negro y rizado y los ojos azules y tristes.

La lluvia nos empujaba a la iglesia,

Mamá..., ¿puedo decirle que tengo hambre? –pregunta Malachy, y mamá lo hace callar llevándose el dedo a los labios.

yo pensé que cuando uno es un hombre no puede llorar a no ser que se tome el líquido negro al que llaman pinta.

Dios del cielo, no sé por qué tienen que morir los niños, pero es Tu voluntad.

Eugene está delante con los ojos cerrados y no queremos que se despierte y se asome a la ventana para buscar a Oliver.

ya no está allí, porque los ángeles vienen al cementerio y abren el ataúd y él está lejos de la humedad del Shannon que mata, está en lo alto, en el cielo, con Oliver y Margaret, donde tienen mucho pescado frito con patatas fritas y toffee y no hay tías que lo molesten a uno, donde todos los padres traen a casa el dinero de la oficina de empleo y no hay que recorrer las tabernas para encontrarlos.

Deja apoyado el cuadro en la pared y clava el clavo con el culo de un tarro de mermelada. El tarro de mermelada se rompe y le corta la mano,

–No lo sé –dice mamá–. La sangre es tuya, y es una pena que un hombre ni siquiera sepa clavar un clavo. Esto demuestra lo inútil que eres.