De haberse visto obligado a decir algo, habría dicho que era una «bonita mujer simplona». Al principio temía que su silenciosa manera de ser se debiera a un carácter indiferente y perezoso, que habría chocado frontalmente con su propio temperamento activo y enérgico. Sin embargo, cuando vio que sus deseos se cumplían meticulosamente, de la misma forma que ella hacía su trabajo, cuando lo llamaban por la mañana a la hora exacta, con el agua para afeitarse hirviendo, un buen fuego en la chimenea y el café exactamente a su gusto (pues él tenía teorías sobre todas las cosas, siempre basadas en la ciencia que conocía y con frecuencia completamente originales), entonces, en vez de atribuírselo a algún mérito particular de Alice, se dijo que había encontrado una pensión de calidad notable