Los órganos son como la gente, Jude. Necesitan compañía, alguien en quien confiar. Por eso tenemos pulmones, amígdalas, manos, piernas, dedos, los dedos de los pies, ojos, los agujeros de la nariz, dientes y labios. Sin embargo, el corazón trabaja en solitario y, como Atlas, carga en silencio sobre los hombros el peso de nuestra existencia y solo se rebela cuando el amor lo perturba»