Calle Este-Oeste

al enfrentar un grupo a otro, hace menos probable la reconciliación.

Actualmente estoy trabajando en casos que implican genocidio o crímenes contra la humanidad en relación con Serbia, Croacia, Libia, Estados Unidos, Ruanda, Argentina, Chile, Israel y Palestina, Reino Unido, Arabia Saudí y Yemen, Irán, Irak y Siria.

Unas semanas después, en noviembre de 1998, la Cámara de los Lores dictaminó en Londres que el senador y expresidente chileno Augusto Pinochet no tenía derecho a reclamar inmunidad frente a la jurisdicción de los tribunales ingleses debido a que los actos de tortura de los que se decía que era responsable constituían un crimen contra la humanidad.

Dos meses después de que se alcanzara el acuerdo sobre la Corte Penal Internacional, en septiembre de 1998, Jean-Paul Akayesu se convirtió en la primera persona condenada por el delito de genocidio por un tribunal internacional.

El cambio se produjo finalmente en julio de 1998, catalizado por las atrocidades perpetradas en la antigua Yugoslavia y en Ruanda.

A continuación, la Asamblea General adoptó la Resolución 96,2 que iba más allá de lo que habían decidido los jueces de Núremberg: señalando que el genocidio negaba el «derecho a existir a grupos humanos enteros», la Asamblea decidió ignorar su fallo y afirmar que «el genocidio es un crimen según el derecho internacional».

«La miro cada día», me dijo Niklas. «Para acordarme, para asegurarme de que está muerto.»

Niklas guardó silencio un momento. «Quería volver a ser un chiquillo inocente, lo que era cuando su madre le hacía la señal de la cruz.» Hizo una nueva pausa, y luego añadió: «Es la primera vez que pienso en ello. Creo que quería volver a ser un niño pequeño que no había hecho nada de todos aquellos crímenes.»

El Papa pidió clemencia para Frank, pero su petición fue rechazada.

Aquella mujer estaba interesada en el juicio, no se oponía a él, pero habría preferido que no hubieran nombrado a un judío como fiscal jefe. Al ser invitada a explicarse, la mujer identificó a David Maxwell Fyfe como el individuo problemático. Cuando Rebecca West le advirtió de su error, la mujer respondió secamente: «¿Quién llamaría a su hijo David, sino un judío?»