Me dispongo a escribir una segunda novela. He regresado a mi ciudad y me he dado cuenta de que no he logrado narrarla, capturarla a través de la escritura. Por ahora comienzo a recorrerla de nuevo, a caminar por sus calles como si estuviera acariciándola. No escribo nada: veo, escucho, toco, huelo y me ejercito en la degustación nocturna de esos licores baratos bogotanos que me dejan a orillas de la demencia. Y pienso, pienso día y noche.