Soy yo, sólo yo, nada más que yo. Soy yo, y, por tanto, no soy la silla sobre la que me siento, no soy el árbol que estoy mirando. Soy bien distinto del mundo, me limito a las fronteras de mi cuerpo y de mi mente. Soy yo, y, por tanto, no soy ese señor de ahí, sobre todo si ese señor resulta ser el asesino de mi mujer.» Un credo singular