me convenzo y tomo el costurero. Es muy pesado, me cuesta afirmarlo y todavía más bajarlo. Lo hago lento, no me puedo caer, no debo hacer ruido. Cuando por fin llego al suelo, me siento frente a él. Lo he visto tantas veces cerca de la nana, encima de la cama mientras ella cosía y yo pintaba, pero no llamaba mi atención. No como ahora