La cita es de Jürgen Moltmann, que probablemente ya he usado: «No toda vida es ocasión de esperanza, pero sí lo es la vida de Jesús, quien, por amor, fue asesinado». Indudablemente, la frase da lugar a muchas y muy diferentes reacciones: admiración, duda, cuestionamiento. A mí, ¡qué le vamos a hacer!, la frase de Moltmann me recuerda lo mejor que he visto: dar la propia vida por la vida de otros. Darla pudiendo uno guardársela para sí.
Los añadidos a esta afirmación de Moltmann son infinidad. Ciertamente, hay que trabajar y desvivirse para que nadie en este mundo, nadie, sea víctima, ni lentamente por causa del hambre, de la indignidad, de la exclusión, ni violentamente a manos de desalmados y, peor aún, a manos de ejércitos, cuerpos de seguridad, escuadrones de la muerte... Que eso sea ocasión de esperanza es utopía grande. Y también es verdad que por la vida de los otros hay que luchar siempre, sin ingenuidad, sin ignorar que algún riesgo hay que correr. Es «el precio a pagar». Pero ahí quedan las palabras de Moltmann. Yo no me atrevo a eliminarlas, sino a ponderarlas.