No subestimar lo poderoso que es el patriarcado a la hora de capturarnos cuando nos impele a competir por ser las mejores representantes de nuestra propia dominación. No subestimar el enorme poder de captura del capitalismo, que construye nuestros gustos y deseos, que alimenta nuestra insatisfacción con promesas de satisfacerla, que mercadea con nuestra autoestima y que nos azuza a la búsqueda de la belleza mediante las esperanzas y miedos que él mismo fomenta. No subestimar la eficacia del miedo como herramienta de control: el miedo al castigo, a la exclusión, a la diferencia, al hambre, a la invisibilidad, a no ser, a no ser bien o a no saber qué se es.